jueves, 23 de junio de 2011

Llueve sobre la ciudad

Primer día oficial de vacaciones, debería estar tomando el autobús que me lleve a mi dulce hogar pero ni siquiera puedo salir del departamento porque afuera llueve a cántaros. Este episodio caricaturesco me recuerda los capítulos de algunos programas infantiles en los que los personajes principales no podían salir de sus casas por la lluvia, entonces resignados veían una caja de rompecabezas con mucho desencanto y luego decidían jugar adentro imaginando, al final del día salía el sol pero los personajes ya no querían ir afuera porque adentro era más divertido. Me pregunto por qué no pasa eso conmigo justo ahora, estoy aburrida y con hambre, no puedo preparar nada de comer porque están haciendo el aseo y si me acerco a la cocina la señora me verá feo, entonces no me queda otra que resignarme y escribir una entrada del blog al típico estilo: no tengo algo que decir.
Me voy a levantar de la cama, tomaré el arma que mi compañera de cuarto guarda en el armario, luego golpearé en la nuca a la señora del aseo (sólo para dejarla ligeramente inconsciente), luego iré a la cocina. Voy a abrir el refri, sacará queso y tortillas para hacer unas quesadillas. Cuando comience a preparar mi aperitivo entrará por la puerta de la cocina un grupo de ninjas que vienen con la expresa orden de robar mi diccionario de retórica, pero yo no puedo permitir que hagan algo como eso, entonces tomaré los libros de superación personal de otra de mis compañeras para defenderme de los atacantes. ¿Quién dijo que "Juventud en éxtasis" no sería útil algún día? Era justo lo que necesitaba para dejar en el piso a dos; sin embargo, el tercero ha sido muy hábil - incluso no dudaría que posee entrenamiento de élite -, tomó el libro y comenzó a leerlo en voz alta. Ese tipo de lecturas generan en mí el efecto de la biblia en Drácula; sentí cómo mis nervios se destrozaban poco a poco y caí al piso, él comenzó a leer con un volumen de voz más alto, casi sin energía me acerqué al librero y lo tiré todo, entonces cayó a mi lado justo mi salvación: Rayuela (no sabría cómo explicar la manera en que llegó a ese librero tomando en cuenta que debería estar en Puebla, pero yo también, así que muchas cosas no tienen coherencia aparente), tome el libro y mágicamente se abrió en el capítulo 93, "pero amor esa palabra, cómo te gusta andarla regando..."/"Resultado parcial: te quiero, resultado total..."/"Bastaría sumergirte en un vaso de agua..." y luego regrese al siguiente capítulo, las líneas que alcancé a leer fueron como espinacas para Popeye.
Me levanté y puse en acción mis clases discurso, logre cumplir mis fines ilocutivos convenciéndolo de que se fuera y le diera a su jefe el mensaje de que tendría que mandar al tercer regimiento de la armada rusa si quería volver a acercarse a más de medio kilómetro de mi súper diccionario. Completamente agotada recordé que había dejado mis quesadillas en la estufa, fue demasiado tarde: estaban quemadas y afuera todavía llovía. 
Luego de un rato, la señora del aseo despertó y se enojó mucho porque el departamento quedó destrozado, ella no entendió la magnitud del acto heroico que yo acababa de concretar, me acusó con los caseros y ahora, aunque termine de llover,   me quedaré a arreglar el desastre el resto de mis vacaciones, al menos a´si podré vigilar que los ninjas no vuelvan más.

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