sábado, 7 de marzo de 2009

Ángel sin alas

Prof. Felipe Muñoz



Ayer, vague por las calles
de cualquier ciudad,
parecía que fuese la primera vez,
estaba impresionado,
absorto y sorprendido,
con sus grandes y fastuosos edificios,
sus letreros luminosos
el trafico.. y la muchedumbre,
ese mar de gente que iba y venia sin cesar
y que por momentos me arrastraba.
El ulular de las sirenas,
el bullicio y la algarabía,
que te envuelve... que te asfixia,
algo pasaba,
algo sucedia,
una extraña sensación me invadía,
una inmensa soledad me acompañaba.
Ayer vague por las calles de cualquier ciudad,
quería encontrarte
o quizá encontrarme a mi mismo
camine... no sé cuantas calles,
no sé cuantas horas,
ni cuantas veces te vi...
en la calle,
en la plaza,
en la esquina,
!en todas partes te encontré!
y cuado te ví...
un remanso de paz me invadía,
¡que sencillez!¡que lozanía!.
Tus ojillos traviesos,
coquetos, risueños,
semejaban dos albas... dos atardeceres,
tu risa celestial,
¡el cando! ¡el trinar de los pajarillos!
Y tu fugura graciosa, diminuta, frágil,
una flor en medio del vendaval...
el vuelo de un ave en perfecto quilibrio.
Ayer te vi,
y retrocedi en el tiempo,
¡retrocedí!
Recordé los sueños
que se tienen cuando se es como tu.
¡Cuando se es niño!
cuando se es niño,
¡cuantas ilusiones!¡cuantas esperanzas!.
Cuando sea grande... seré como mi papá,
y a ti mamá...
te voy a comprar una casa muy grande
y con muchas flores,
¡voy a ser abogado!
¡voy a ser presidente de la republica!.
¡Cuando se es niño!
Cuando se es niño,
¿cuántos sueños? ¡cuantos deseos!
Voy a tener mucho dinero,
voy a comprar muchos juguetes.
Cuando se es niño,
¡cuanta riqueza espiritual!
No hay codicia,
ni prejuicios,
no hay pasiones, ni avaricia,
¡solo hay amor y justicia!
Ayer te vi,
y retrocedi en el tiempo
¡retrocedí!,
recordé la escuela,
los amigos,
los regañis de papá...
y la dulzura de mamá.
No sé cuanto tiempo estuve absorto,
no sé cuanto tiempo estuve ido,
hasta que me volvió la realidad,
¡tuvoz!
¡tu lamento!
¡tu gemido!
¡el periódico! ¡extra! ¡extra!
¡mueren mas niños por desnutrición
en Etiopìa! ¡el periódico!
¡chicles!¡chicles! ¿compra chicles?,
¡le limpio el vidrio al carro señor?
¡lo que guste cooperar!
¡Una limosna señor...no he comido!
¡una limosna!.
Y un frío glacial recorrió todo mu cuerpo,
la angustiam el ansia y la deseperación
se adueñaron de mi.
Ahí estabas frente a mí,
ángel y demonio,
luz y sombra,
sueño y pesadilla,
risa y llanto,
por mas que mis ojos lo negaron,
por mas que mis labios lo callaron,
¡ahí estabas frente a mí!
Y tu cuerpo escualido,
tu ropa raida... tus pies descalzos,
parecieron llorar,
¿sueños? ¿ilusiones? ¿esperanzas?
¡me las han acabado!¡me las han destruido!
La madre que no he tenido,
el padre que no he conocido,
los que ocultan su fracaso,
sus frustraciones, su cobardia,
el vicio y el abandono
han elegido por vía.
¡Soy un niño de la calle!
sin hogar y sin destino
mi casa es la ciudad,
mi escuela... son los amigos
para mi no existe el tiempo
no hay pasado, ni presente, ni futuro,
no hay cumpleaños,
no hay edad... no hay navidad,
¡si lloro!, ¡si enfermo!
No hay consuelos,
no hay mimos.
¡Ahñi estabas frente a mí!
¡ángel sin alas!
Y tus ojos tristes,
tus ojos acusadores,
parecieron gritar... ¡Basta!
¡basta ya de hablar del dia del niño!
basta ya de lavar la conciencia
con festivales y donativos,
basta ya de hablar paz, de amor,
mientras haya odio,
guerra discriminac`´on y contaminación,
¡no quiero mas Vietnams!
¡no quiero mas Nicaraguas!
¡ni misiles o la guerra palestina!
¡basta de hablar de jutica!
¡del dolar!¡de la bolsa de valores!
Mientras hayan niños con hambre,
niños sin hogar,
niños con frió
Maestro
¡no mas palabras!
Poeta
¡no mas versos!
Cantor
¡no mas canciones!
Es tiempo de despertar
de tener los ojos abiertos,
es tiempo de actuar,
de que construyas mis sueños,

Bunbury en Puebla!

La que nos faltaba!

Nos encontramos a veinte días de la esperada visita del español Enrique Bunbury a Puebla y quise escribir un poquito al respecto.

La visita a Puebla será por supuesto como parte de la gira de promoción de su nuevo material discográfico: “Hellville Delux”. A tan solo unos meses desde su última visita a nuestro país, Bunbury regresa para ponernos a gritar y a cantar a todos los fans que no tuvimos la oportunidad en el concierto que ofreció en el foro Sol el año pasado. La próxima presentación en Puebla se llevará a cabo el 25 de marzo en el Complejo Cultural Siglo XXI a las 8:30 de la noche, sin embargo debido a la enorme demanda que hubo de localidades para este concierto, se ha abierto una nueva fecha al día siguiente, los boletos siguen a la venta en taquillas del complejo y por internet en ticket master.

Me robé la siguiente información de la página del vive latino (http://www.vivelatino.com.mx/proximos-conciertos/proximos-conciertos/concierto_bunbury_foro_sol_29_marzo_2009)

Una vez más, México es parada obligatoria para el flaco de oro de España. Tras su apoteósico y arrollador éxito, el pasado 30 de octubre en el Palacio de los Deportes, donde en menos de una semana se vendieron todas las localidades de su concierto, el músico zaragozano Enrique Bunbury regresa a nuestro país para complacer a sus cientos de seguidores, quienes sin duda se volverán locos, literalmente, por ver otra vez en vivo y a todo color a su máximo ídolo.

Bajo el marco de su Hellville De Tour 2009, Bunbury arrancará su gira el próximo 17 de febrero en Nueva York. De ahí, su ruta sonora seguirá por Chicago, Houston, Los Angeles y Las Vegas. Su primer punto de encuentro con los mexicanos se realizará el 3 de marzo en Tijuana, donde tendrá como recinto El Foro. El 11 de marzo su música se adueñará de las instalaciones de la Arena VFG de Guadalajara. Tres días más tarde, 14 de marzo, el paradisíaco puerto de Acapulco se rendirá a sus pies; esta actuación se llevará acabo en el Mundo Imperial.

Posteriormente, el 20 de marzo llegará a la Arena Monterrey. Mientras que el 25 de marzo sus fervientes seguidores poblanos lo contemplarán en el Auditorio Siglo XXI. Para el 29 de marzo, el Distrito Federal lo recibirá con los brazos abiertos en el Foro Sol. 48 horas después, 31 de marzo, el Domo de la Feria de León será un hervidero. El último territorio mexicano que visitará es La Plaza de Toros Santa María de Querétaro.

A 4 años de dar vida a su último álbum de estudio El viaje a ninguna parte, Enrique regresó con el excelso disco Hellville De Luxe, que ha sido certificado en España y México con Disco de Oro por sus altas ventas.

Los primeros sencillos son “El hombre delgado que no flaqueará jamás” y “Hay muy poca gente”, este tema es una sátira contra la violencia. El nombre de esta producción corresponde a la casa-estudio que tiene el músico español en el Puerto de Santa María. La producción estuvo a cargo del ex integrante de la banda Roxy Music, Phil Manzanera. Asimismo, en esta gira, Bunbury es acompañado por su nueva banda, tras la disolución de El Huracán Ambulante.

Los músicos que lo han acompañado y acompañarán durante su Hellville De Tour 09 son Alvaro Suite, guitarra y mandolina (Suite y Bunbury & Vegas); Jordi Mena, guitarra, banjo, mandolina, lap steele y dobro (Escalones, Big Mama, Sau y Jarabe de Palo); Roberto Castellanos, bajo (Carrots y Suite); Jorge “Rebe” Rebenaque, piano y acordeón (Los Rebeldes, Jarabe de Palo y Bunbury & Vegas), y Ramón Gacías, batería y percusión (El Huracán Ambulante y Bunbury & Vegas).

Por otro lado, no todo es música para el cantante ibérico, para darle mayor placer a sus seguidores, Bunbury dio vida a un cortometraje, El hombre delgado que no flaqueará jamás, que fue dirigido por el francés Edouard Salier. Este mini-filme, de 7 minutos de duración, está lleno de psicodelia y sangre; fue filmado en el Desierto de Salton Lake, California. La actuación principal corre a cargo del mismo Bunbury.

El fenómeno Bunbury en nuestro país se ha convertido en casi una religión obligada. Después de España, su tierra natal, México es el país que le ha brindado y mostrado su cariño, apoyo, admiración y respeto. Basta recordar que en cada una de sus visitas, anteriormente, el zaragozano siempre ha colgado el letrero de “localidades agotadas”. Amado por muchos y odiados por otros, Enrique vuelve a la carga, con lo que hasta ahora muchos críticos coinciden, es su mejor y aplastante disco.



Espero que les haya gustado!!!

“Hoy voy a empezar, hoy es el comienzo del final…” wooooooooooooooooo sí! Enrique Bunbury en Puebla! La locura que comienza!

martes, 3 de marzo de 2009

Caperucita Roja

Aquí les presento este cuento hermoso, digamos que es la otra versión de una historia muchas veces contada, me encantaria mucho hablar a fondo del autor pero dejaremos eso para otra ocasión, mientras disfruten mucho de esto.


Caperucita Roja de Triunfo Arciniegas.

“Ese día encontré en el bosque la flor más linda de mi vida. Yo, que siempre he sido de buenos sentimientos y terrible admirador de la belleza, no me creí digno de ella y busqué a alguien para ofrecérsela. Fui por aquí, fui por allá, hasta que tropecé con la niña que le decían Caperucita Roja. La conocía pero nunca había tenido la ocasión de acercarme. La había visto pasar hacia la escuela con sus compañeros desde finales de abril. Tan locos, tan traviesos, siempre en una nube de polvo, nunca se detuvieron a conversar conmigo, ni siquiera me hicieron un adiós con la mano. Qué niña más graciosa. Se dejaba caer las medias a los tobillos y una mariposa ataba su cola de caballo. Me quedaba oyendo su risa entre los árboles. Le escribí una carta y la encontré sin abrir días después, cubierta de polvo, en el mismo árbol y atravesada por el mismo alfiler. Una vez vi que le tiraba la cola a un perro para divertirse. En otra ocasión apedreaba los murciélagos del campanario. La última vez llevaba de la oreja un conejo gris que nadie volvió a ver.

Detuve la bicicleta y desmonté. La saludé con respeto y alegría. Ella hizo con el chicle un globo tan grande como el mundo, lo estalló con la uña y se lo comió todo. Me rasqué detrás de la oreja, pateé una piedrecita, respiré profundo, siempre con la flor escondida. Caperucita me miró de arriba abajo y respondió a mi saludo sin dejar de masticar.

–¿Qué se te ofrece? ¿Eres el lobo feroz?

Me quedé mudo. Sí era el lobo pero no feroz. Y sólo pretendía regalarle una flor recién cortada. Se la mostré de súbito, como por arte de magia. No esperaba que me aplaudiera como a los magos que sacan conejos del sombrero, pero tampoco ese gesto de fastidio. Titubeando, le dije:

–Quiero regalarte una flor, niña linda.

–¿Esa flor? No veo por qué.

–Está llena de belleza –dije, lleno de emoción.

–No veo la belleza –dijo Caperucita–. Es una flor como cualquier otra.
Sacó el chicle y lo estiró. Luego lo volvió una pelotita y lo regresó a la boca. Se fue sin despedirse. Me sentí herido, profundamente herido por su desprecio. Tanto, que se me soltaron las lágrimas. Subí a la bicicleta y le di alcance.

–Mira mi reguero de lágrimas.

–¿Te caíste? –dijo–. Corre a un hospital.

–No me caí.

–Así parece porque no te veo las heridas.

–Las heridas están en mi corazón -dije.

–Eres un imbécil.

Escupió el chicle con la violencia de una bala.

Volvió a alejarse sin despedirse.

Sentí que el polvo era mi pecho, traspasado por la bala de chicle, y el río de la sangre se estiraba hasta alcanzar una niña que ya no se veía por ninguna parte. No tuve valor para subir a la bicicleta. Me quedé toda la tarde sentado en la pena. Sin darme cuenta, uno tras otro, le arranqué los pétalos a la flor. Me arrimé al campanario abandonado pero no encontré consuelo entre los murciélagos, que se alejaron al anochecer. Atrapé una pulga en mi barriga, la destripé con rabia y esparcí al viento los pedazos. Empujando la bicicleta, con el peso del desprecio en los huesos y el corazón más desmigajado que una hoja seca pisoteada por cien caballos, fui hasta el pueblo y me tomé unas cervezas. “Bonito disfraz”, me dijeron unos borrachos, y quisieron probárselo. Esa noche había fuegos artificiales. Todos estaban de fiesta. Vi a Caperucita con sus padres debajo del samán del parque. Se comía un inmenso helado de chocolate y era descaradamente feliz. Me alejé como alma que lleva el diablo.

Volví a ver a Caperucita unos días después en el camino del bosque.

–¿Vas a la escuela? –le pregunté, y en seguida me di cuenta de que nadie asiste a clases con sandalias plateadas, blusa ombliguera y faldita de juguete.

–Estoy de vacaciones –dijo–. ¿O te parece que éste es el uniforme?

El viento vino de lejos y se anidó en su ombligo.

–¿Y qué llevas en el canasto?

–Un rico pastel para mi abuelita. ¿Quieres probar?

Casi me desmayo de la emoción. Caperucita me ofrecía su pastel. ¿Qué debía hacer? ¿Aceptar o decirle que acababa de almorzar? Si aceptaba pasaría por ansioso y maleducado: era un pastel para la abuela. Pero si rechazaba la invitación, heriría a Caperucita y jamás volvería a dirigirme la palabra. Me parecía tan amable, tan bella. Dije que sí.

–Corta un pedazo.
Me prestó su navaja y con gran cuidado aparté una tajada. La comí con delicadeza, con educación. Quería hacerle ver que tenía maneras refinadas, que no era un lobo cualquiera. El pastel no estaba muy sabroso, pero no se lo dije para no ofenderla. Tan pronto terminé sentí algo raro en el estómago, como una punzada que subía y se transformaba en ardor en el corazón.

–Es un experimento –dijo Caperucita–. Lo llevaba para probarlo con mi abuelita pero tú apareciste primero. Avísame si te mueres.

Y me dejó tirado en el camino, quejándome.

Así era ella, Caperucita Roja, tan bella y tan perversa. Casi no le perdono su travesura. Demoré mucho para perdonarla: tres días. Volví al camino del bosque y juro que se alegró de verme.

–La receta funciona –dijo–. Voy a venderla.

Y con toda generosidad me contó el secreto: polvo de huesos de murciélago y picos de golondrina. Y algunas hierbas cuyo nombre desconocía. Lo demás todo el mundo lo sabe: mantequilla, harina, huevos y azúcar en las debidas proporciones. Dijo también que la acompañara a casa de su abuelita porque necesitaba de mí un favor muy especial. Batí la cola todo el camino. El corazón me sonaba como una locomotora. Ante la extrañeza de Caperucita, expliqué que estaba en tratamiento para que me instalaran un silenciador. Corrimos. El sudor inundó su ombligo, redondito y profundo, la perfección del universo. Tan pronto llegamos a la casa y pulsó el timbre, me dijo:

–Cómete a la abuela.

Abrí tamaños ojos.

–Vamos, hazlo ahora que tienes la oportunidad.

No podía creerlo.

Le pregunté por qué.

–Es una abuela rica –explicó–. Y tengo afán de heredar.

No tuve otra salida. Todo el mundo sabe eso. Pero quiero que se sepa que lo hice por amor. Caperucita dijo que fue por hambre. La policía se lo creyó y anda detrás de mí para abrirme la barriga, sacarme a la abuela, llenarme de piedras y arrojarme al río, y que nunca se vuelva a saber de mí.

Quiero aclarar otros asuntos ahora que tengo su atención, señores.
Caperucita dijo que me pusiera las ropas de su abuela y lo hice sin pensar. No veía muy bien con esos anteojos. La niña me llevó de la mano al bosque para jugar y allí se me escapó y empezó a pedir auxilio. Por eso me vieron vestido de abuela. No quería comerme a Caperucita, como ella gritaba. Tampoco me gusta vestirme de mujer, mis debilidades no llegan hasta allá. Siempre estoy vestido de lobo.

Es su palabra contra la mía. ¿Y quién no le cree a Caperucita? Sólo soy el lobo de la historia.

Aparte de la policía, señores, nadie quiere saber de mí.

Ni siquiera Caperucita Roja. Ahora más que nunca soy el lobo del bosque, solitario y perdido, envenenado por la flor del desprecio. Nunca le conté a Caperucita la indigestión de una semana que me produjo su abuela. Nunca tendré otra oportunidad. Ahora es una niña muy rica, siempre va en moto o en auto, y es difícil alcanzarla en mi destartalada bicicleta. Es difícil, inútil y peligroso. El otro día dijo que si la seguía molestando haría conmigo un abrigo de piel de lobo y me enseñó el resplandor de la navaja. Me da miedo. La creo muy capaz de cumplir su promesa.”