martes, 14 de septiembre de 2010

Cómo en una ciudad tan grande el mundo se puede hacer tan pequeño!


DF 2010

jueves, 9 de septiembre de 2010

En un espacio tan grande

De pronto los kilómetros en que nos movemos se reducen a unos cuantos metros: dos o cien o cientos, pero te tengo en todos lados, te veo a punto de caer a mi lado y mi voz no es suficiente para que escuches el "cuidado" que emiten mis labios. Luego, cuando me encuentro entre la muchedumbre te veo bajando una escalinata, moviéndote como mosca de un lado al otro, te pierdo en un hálito de tiempo, y de pronto apareces de nuevo, nunca en soledad, nunca con unos ojos de enojo o la boca seca de tristeza, siempre tan apacible, tan grácil, como las fabricaciones que habían nacido antes de mi mente, eres una mancha que me cubre la visión, el rayo que me parte hasta la médula, definitivamente un sinónimo de belleza que va más allá de la apariencia, porque lo que reside en ti es indescriptible y pacificador.
Te vi de nuevo jugando en lo alto, comenzando a mecerte como infante hasta perderte de mis ojos. Te arraigaste en mi mente, te traía entre la boca y mis confabulaciones, hasta que regresaste con otro rostro, el que tenías antes, entonces el mundo se hizo verdaderamente tan pequeño; cuánto hay que vivir en esta inmensidad para que de pronto, cuando al fin te tenía en mi cabeza, sea acorralada por la otra imagen de ti, la que seguí hasta ti pero que ya no anhelo, la lluvia de sombras de cierne sobre mí, y no sé qué hacer contigo que apareces aquí y allá...

Remedios

miércoles, 8 de septiembre de 2010

Prácticas chilangas

Llevo un mes medio viviendo en el DF, "medio viviendo" porque regreso a Puebla con mucha frecuencia y cada vez que paso por el barrio del artista o el zócalo me digo a mí misma: "nunca estoy fuera de aquí", traigo a la mítica ciudad de ángeles tan incrustada en la cabeza como triago el smog de la ciudad más poblada del mundo atorado en los pulmones, y aún así, a esta segunda también le tengo mucho cariño.

Es cierto, después de todo el DF es bonito. Fuera de la manera tan peculiar de pasar el tiempo, las filas en el metro (los empujones), la hostilidad y "elegancia" con que te hablan en la calle algunos personajes, puedo decir que me encanta esta ciudad, es hermosa de verdad y cada día descubro algo nuevo en ella, la arquitectura del centro histórico, una nueva variedad de comida chatarra, una parte de CU que ni siquiera imaginé que existía, así como gente amable e interesante. Principalmente lo último, en otros estados suele tenerse a los chilangos en el peor concepto del mundo y existen dichos como "has patria y mata a un chilango", debo reconocer que antes de llegar aquí mis ideas iban más o menos por ahí, principalmente porque había escuchado que aquí no querían a los poblanos, pero he descubierto que no es cierto, y contradictoriamente a lo que muchas personas me habían comentado, aquí he conocido gente muy amable, de la que estoy aprendiendo mucho y la que también comienzo a apreciar.

En el DF tienen una mentalidad un poco más abierta en algunas cuestiones que en Puebla, a veces me sorprenden muchas cosas que veo o me cuentan, nunca he dicho que estén bien o mal, no soy quien, sólo digo que provengo de una ciudad más hipócrita (por decirlo de algún modo) porque allí también hay homosexuales, se consumen drogas y se practican abortos, pero en allá es más común persinarse por ello que admitirlo, en cambio aquí he platicado con algunas personas que me han dicho "he probado la mota y tengo si se te ofrece", personalmente no le entro, pero sería muy extraño escuchar una frase como esa en mi ciudad, este tipo de comparaciones me dan ponen de buen humor.

También llegué a la mágica revelación de que aquí no es común llamarle "lapicero" al lapicero, porque lo que he conocido toda mi vida como "lapicero" aquí es una pluma, que da lo mismo porque en Puebla también las llamamos de ese modo, pero en mi segundo día en la gloriosa facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM, se me ocurrió pedir un lapicero prestado a alguien que tenía dos sobre la banca y me contestaron "no tengo", admito que me ofendí en un principio, hasta pensé que era porque venía de Puebla, luego supe que para ellos un porta minas es un lapicero. Me ocurrio algo similar con la hojaldra, toda la vida supe que la hojaldra era el pan de muerto de la cabecita y los bracitos, pues aquí una hojaldra es un pan de hojaldre relleno de mole y pollo, la primera vez que escuché a una compañera decir que quería una hojaldra pensé que estaba loca y no iba a encontrar una porque no es temporada todavía, luego entendí que no estabamos en el mismo canal.

Me perdido al menos tres veces porque las calles no tienen forma de cuadrilátero regular, pero me he divertido mucho, a lo mejor por vivir aquí algún día muera de cáncer de pulmón, pero el DF no es tan feo como lo pintan, es una experiencia interesante.